martes, 6 de octubre de 2009

La Pachamama

Pachamama es descrita como "es la Tierra en un sentido profundo, pero no el suelo o la tierra geológica, así como tampoco el cielo cristiano es el cielo cosmográfico. La Pachamama es todo, explica todo y si bien, repetimos, no está localizada, particularmente se la ubica singularmente en ciertos lugares naturales (ojos de agua -manantiales-, vertientes, cerros) o construidos (hoyos, apachetas, -especie de mojones, constituidos generalmente por pequeños montículos de piedras-). No obstante, se trata de una deidad, inmediata y cotidiana, que actúa directamente y por presencia y con la cual se dialoga permanentemente, ya sea pidiéndosele algo o disculpándose por alguna falta cometida.
La Pachamama no es una divinidad propiamente creadora, pero sí es protectora; cobija a los hombres, posibilita la vida y favorece la fecundidad y la fertilidad. A cambio de esta ayuda y protección, el pastor de la Puna Meridional está obligado a ofrendar a la Pacha parte de lo que recibe, no sólo en los momentos y sitios predeterminados para el ritual sino, particularmente, en todos los acontecimientos culturalmente significativos, configurándose así una suerte de reciprocidad" (Merlino y Rabey 1983). La caracterización que hacen los antropólogos Rodolfo Merlino y Mario Rabey para el culto a la Pachamama en el noroeste argentino coincide en rasgos generales con las presentadas por Earls y Silverblatt (1976) y por Valderrama Fernández y Escalante Gutiérrez (1977) para los Andes del Perú. Sin embargo se la considera asimismo con una faz negativa: la Pachamama tiene hambre frecuente y si no se la nutre con las ofrendas o si casualmente se la ofende, ella provoca enfermedades.

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