A los que como Caperucita o el Lobo Feroz se internaron en él desde su ciudad sin puerto --porque ellos fueron el puerto-- o desde los más recónditos y entrañables rincones y vértices de la pampa bonaerense sin medir las consecuencias de la gloria o la desdicha.
Ausencia
Se me acongoja el alma
por ésta mi primera edad y lejanía.
Haber perdido ese irremplazable calor
de la humilde imprenta y su minerva
y haber dejado correr el tiempo en la reserva.
Se me acongoja el alma.
Haber perdido el trato con amigos
que supieron de anhelos
con la esperanza de alcanzar un sueño
y concretarlo prieto en un papel sin dueño.
Sin dueño digo y eso es seguro,
porque una vez impresos, caros poetas,
irán volando como certeras saetas
por todos los lugares, variados, infinitos,
y si valen, serán un grito de sangre
inmolada en el tiempo.
Ana Regina Rondeau
5 de octubre de 2009
martes, 6 de octubre de 2009
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